El festival llegó a su segundo piso; en el ambiente había algo que, a todas luces, pintaba para ser histórico
Por @MilUsosRock
En el ambiente había una sensación de fiesta como si no hubiese un mañana, una orgía musical sin frenos. Por momentos también se sentía un aire de sobresaturación de asistentes en las instalaciones del Foro Sol, donde este fin de semana se realizó la edición 20 del Vive Latino.
Pero empecemos por el inicio. Nunca había llegado tan temprano a un Vive Latino. El sábado entré momentos antes de que ese festín de dos días largos y llenos de actividades abriera su escenario principal con una Nana Pancha como invitada de último momento tras la cancelación de la Oi-Skall Mates.
Estoy parado en medio de la pista de ese escenario (Indio), bajo los incendiarios rayos del sol. Ya van a dar las 2 de la tarde, las gradas del Foro Sol lucen imponentes y bellas aun estando vacías. Sé que más noche no cabrá nadie cuando salga una banda llamada Caifanes. También sé que terminaré como zombie, puteadísimo cuando pase todo, cuando vaya de regreso a casa en el metro con horario extendido (¡aplausos de pie!), con algunos tragos encima y viendo o haciendo memes del célebre evento.
En las bocinas suena una dramática cuenta regresiva de “10, 9, 8, 7”… hasta “0”… Sale la Nana con su ska de bajo presupuesto que me emociona, y emociona a los que, como yo, llegaron temprano (ya hay algunos miles de madrugadores cerca de la tarima principal). En realidad no me emociona tanto la banda, sino el inicio en sí de un hecho que, a todas luces, pinta histórico: ¡son 20 años de camino y había que estar ahí!
No sabemos cuántas ediciones más le alcance al Vive Latino con sus headliners de cajón: Los Café Tacvba, Caifanes, Auténticos Decadentes, Fabulosos Cadillacs, Zoé… Un compa que sabe de lo que habla calcula que diez años antes de su transformación crucial o apocalipsis. Lo que sí sabemos es que la gente acude al festival más por el ánimo de fiesta, nostalgia y pertenencia, que por el propio cartel, y la prueba de ello es que a esta edición jamás llegó la cabeza bomba, la cereza del pastel de 20 años, como hubiera sido, por ejemplo un The Cure… o un Paul McCartney (jeje incrustar risas grabadas).
Hablemos entonces de lo que sí vimos, que tampoco fue poca cosa. Empecemos por Caifanes. Sólo les escuché cuatro canciones porque preferí moverme a ver a Fantastic Negrito, en la Carpa Intolerante (un poco más grande que otros años). Al tiempo en que Saúl Hernández cantaba para más de 60 mil personas sus hits base (me gustó que abrieran con ‘Metamorféame’), el blusero ganador del Grammy lo hacía para apenas unas 300 personas, entre ellas algunos músicos que también habían tocado esa tarde como fueron los Jumbo.
No, no escuché ‘Heridos’, el sencillo 2019 de Caifanes, no me ganó el morbo. Lo que sí es que varios amigos me informaron que estuvo bastante “herido” ese momento, aunque muy coreado… como ya lo teníamos presupuestado en este espacio. También se sabe que subieron a Óscar Chávez a palomear ‘Por ti”. Ya antes el “Caifán Mayor” había hecho del escenario secundario (Escena Indio) una suerte de Macondo, en su concierto de 50 minutos, que según el solista inicialmente le habían dicho que sería de 70. Realismo mágico, al fin.
Aunque la oferta es amplia en cuanto a cantidad de agrupaciones que se presentan (estamos hablando de 5 escenarios de música, una carpa de cine-documental, una de rutinas de comedia, y este año hasta ring para batallas de lucha libre), uno alcanza a ver muy poco de esa hecatombe pues todo sucede a la vez y no te puedes partir en diez.
Ese sábado alcancé a ver unas piezas sueltas de Siddhartha, entre ellas la genial ‘Ser parte’ (con la que abrió en el Escenario Telcel), también algunos cortes de Hello Seahorse, quienes no pierden su sobriedad y elegancia; el tributo cuadrafónico, y por momentos vampírico, a la querida Rita Guerrero por su propia banda Santa Sabina 30 años (es increíble que haya cantado mejor Alfonso André una canción originalmente femenina, que las chicas de Descartes a Kant); y a los imperdibles Foals, que les bastó una hora para hacer levitar a sus seguidores. Ah y también escuchamos a lo lejos a la ovacionada LP y a Miranda, quienes cerraron sus respectivas participaciones con sus hits ‘Lost On You’, y ‘Don’ (“la guitarra de Lolo”).
Días antes, cuando hacía la logística quirúrgica sobre qué bandas presenciar y cuáles dejar para mejor ocasión, preguntaba en serio (aunque muchos creían que bromeaba) que si era preferible ver a Intocable, del género norteño, o al rapero y poeta español Nach (ambos proyectos tocaban en la madrugada del domingo en diferentes escenarios). Pues resulta que no vi a ninguno. Me ganó el maldito y estúpido cansancio. Y ¿saben qué?, ¡se vale!, porque un segundo día de actividades nos esperaba a alrededor de 90 mil asistentes, según datos de OCESA.
SEGUNO Y ÚLTIMO ROUND
Las cosas han cambiado mucho de la edición 1 a la 20. Me comentaba un amigo, quien ha acudido todas las veces, que en el primer Vive Latino hasta se podía meter comida y agua. Era un tipo de picnic rockero con dos escenarios montados. Hay muchos detalles de producción y logística que se afinaron con los años, aunque nunca faltan los problemas de último minuto (el audio en el escenario principal fue deficiente en muchos momentos), o bien las situaciones que siguen siendo una lacra para el festival, como lo es la gente que entra con la precisa intención de robar celulares y carteras y que entre la multitud se mueve como pescadores en río revuelto para basculear.
No llevo ni dos horas en el Foro Sol, y mi celular marca que ya caminé los 10 mil pasos ideales diarios. Las caminatas en el segundo día son más lentas, la manda de ir de escenario tras escenario tratas de que sea en menor medida. Aprovechas cualquier espacio para sentarte unos momentos, compras una cerveza de 110 pesos y le das un largo trago, como tratando de encontrar energía en ese impulso de cebada (seguramente rebajada con agua).
El haber llegado a las 5 de la tarde del domingo equivalió a perderme de dos bandas que deseaba ver y que me atrevo a recomendar por lo escuchado en sus discos: Inspector Cluzo y La Orquesta Mondragón. Me siento entonces en ese momento con una espina clavada que quiero sacar de inmediato y lo logro con el set de los Ilegales, banda española a la que acusan de ser pionera de ese sonido de rock crujiente. Miguel Mateos también ayuda a recomponer el camino con ‘Mi sombra en la pared’ y su estilo y todas las tablas artísticas del mundo.
¿Quién más podría cantar el Himno Nacional mexicano ante 60 mil pelados si no Alejandro Lora? Ya lo había hecho hace poco en su aniversario de 50 años de carrera en al Palacio de los Deportes y lo repitió en el Foro Sol, además de invitar una y otra vez a sus seguidores a aplaudir “¡chingada madre!” (¿Cuántas groserías dirá el maestro Alejandro en un show por minuto?, me pregunto) y a cuestionar, con un tono dulzón si están en verdad felices.
Esa espina de haber llegado algo tarde la sacó por completo el Brujo Bátiz y Santana, quienes no se aventaron el esperado palomazo juntos, pero que cada uno hizo llorar a su guitarra en su escenario. Bátiz hasta se dio el lujo de proyectar imágenes de ‘Roma’ de Alfonso Cuarón mientras tocaba ‘La casa del sol naciente’ (que forma parte del soundtrack del filme protagonizado por Yalitza Aparicio). Mientras que Santana ofreció 60 minutos de éxito tras éxito, en un set memorable con ritmos africanos, en el estadio Palillo (Escena Indio).
En la filtración de qué bandas ver, dejé fuera a Korn, Juanes, The 1975, Alfonso André (tributo a Bowie), Snow Patrol. No podía estar en dos lugares a la vez. Lo que no pude dejar de lado fue el inicio de Café Tacvba, quienes fungieron como una especie de pastel del Vive Latino en sus 20 años (sus fans lo degustaron con mucho gusto a rebanadas), ni los bailes afeminados de Bandalos Chinos, con su fuerza natural argentina, y mucho menos al master Draco Rosa, quien como una noche antes lo había hecho Fantastic Negrito, congregó entre el público a músicos. Porque sí, Robi es admirado, justamente, por talentosos músicos.
Al final quedó La Castañeda, ese centro psiquiátrico musical que suena como último platillo del Vive Latino y que nos acompaña hacia la salida del Foro Sol. En ese momento ya no sientes las rodillas, quieres que te trague la tierra y te escupa en una cama, aunque sea en la cama de un loquero, de una amante de ocasión, que la noche te haga volver a salir, a llorar tu locura, al menos hasta el próximo concierto.
Fotos: Israel Luengas / Vive Latino Facebook
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